Buscaba padre para mi hijo (no tenía que ser mi pareja)

Cuando se marchó, puse manos a la obra; entrevisté a parteras, busqué en internet artículos de bebé e intentaba explicarle al ser que llevaba en mi vientre por qué lloraba tanto: “Lo siento, bebé. Estoy bien. Solo me siento triste”.

Entonces, semanas después, sin previo aviso, me llegó un mensaje de texto: “Cometí un terrible error”.

A esas alturas, reconocí que el error no había sido solo suyo.

Cuando el amor y un bebé coincidieron para mí, seguía creyendo que podía separar ambas cosas y seguir intacta. No fue sino hasta que Rex y yo sufrimos que pude ver que la realidad inofensiva que imaginé nunca había existido entre nosotros. Se había evaporado en el momento en que me saludó al final del camino de terracería, y mi cuerpo respondió con calidez.

El budismo se basa en la revelación de que el sufrimiento es causado por el deseo, lo que a primera vista puede hacer que tanto el sufrimiento como el deseo suenen inequívocamente negativos. No obstante, la belleza del sufrimiento es que ofrece la oportunidad de tener una relación curiosa y tierna con el deseo, de escucharlo en lugar de intentar erradicarlo. A menudo, lo que escucho bajo el ruido superficial de mi deseo no es problemático, solo humano: la vulnerabilidad de tener una vida enredada con otros.

En ausencia de Rex, recordé que atender a un amante o a un hijo es un trabajo sucio, en el sentido más sano. No nos enamoramos ni tenemos un bebé para que se afirmen nuestros puntos de vista y preferencias. Lo hacemos, al menos un poco, para suavizar nuestro singular y solitario control sobre la realidad e invitar a lo inesperado, lo indeseable y lo inexplicable.

Eso —llámese desorden, o riqueza, o vida a manos llenas— es lo hermoso y natural de ser un animal con apetitos más allá de nuestra comprensión. Ser fiel, en el sentido más profundo, a un amante o a un bebé es decir sí a lo extraño y memorable antes de saber que lo quieres o lo aceptas.

Rex llegó a esa conclusión a su manera. Me dijo que, desde que se fue de California, había estado escuchando varios pódcast sobre la paternidad y mirando la foto que me tomó el día que se fue. También había estado llorando. Y quería volver.

source: nytimes.com