El cáncer uterino aumenta, en particular entre las mujeres negras

Hacía diez años que Linda Collins había atravesado la menopausia, cuando empezó a sangrar de nuevo. Las hemorragias eran leves —manchas ocasionales, en realidad— y apenas les dio importancia.

Cuando por fin acudió a una revisión, su médico se negó a dejarla irse si no se sometía a una biopsia. A los pocos días, Collins se enteró de que tenía cáncer uterino, de un tipo muy agresivo.

“No tenía dolor ni otros síntomas y no pensé que fuera tan grave”, dijo Collins, de 64 años, jubilada en Nueva York. “Fue un error”.

El cáncer uterino, también conocido como cáncer de endometrio, está aumentando con tanta rapidez que se espera que desplace al cáncer colorrectal en 2040 como el tercer cáncer más común entre las mujeres y la cuarta causa de muerte oncológica en las mujeres.

Según un estudio reciente publicado en la revista especializada JAMA Oncology, la tasa de mortalidad ha aumentado en casi un dos por ciento al año en general, con incrementos aún más marcados entre las mujeres asiáticas, hispanas y negras. A pesar de este aumento, se ha prestado poca atención pública a la enfermedad.

Las tasas de supervivencia global son altas cuando este tipo de cáncer se detecta a tiempo, pero pocas mujeres saben que un cambio en el sangrado menstrual, antes o después de la menopausia, es una de las principales señales de alerta, junto con el dolor pélvico y la molestia al orinar y al mantener relaciones sexuales.

Durante mucho tiempo, se creyó que el cáncer uterino era menos frecuente entre las mujeres negras. Pero estudios más recientes confirmaron que no solo es más probable que afecte a las mujeres negras, sino que además es más probable que sea mortal.

El informe señala que esta diferencia es una de las mayores disparidades raciales observadas en cualquier tipo de cáncer. Las mujeres negras también tienen más probabilidades de desarrollar un tipo de cáncer de útero no endometrial, que es más agresivo.

En general, el cáncer uterino se detecta con más frecuencia en mujeres jóvenes que aún están en edad fértil, así como en mujeres que no tienen ninguno de los factores de riesgo conocidos, como obesidad, infertilidad y no haber estado nunca embarazadas, explicó Shannon Westin, oncóloga ginecológica del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas en Houston.

Westin explicó que cuando empezó a atender a mujeres con cáncer uterino había unos 39.000 casos nuevos al año. Ahora, hay más de 65.000 y apenas lleva 15 años ejerciendo.

“Es un claro indicador de que deberíamos hacer sonar la alarma”, dijo Westin.

Carol Brown, oncóloga ginecológica del Centro Oncológico Memorial Sloan Kettering de Nueva York, calificó el aumento de casos de epidemia.

“La estadística más llamativa es que ahora mismo, en el año 2022, el número de mujeres que perderán la vida a causa del cáncer de endometrio en Estados Unidos es casi el mismo que el de las que morirán de cáncer de ovario, lo que resulta increíble para quienes hemos ejercido la profesión durante los últimos 30 años”, dijo Brown, que es vicepresidenta sénior y directora de equidad sanitaria del centro hospitalario.

El estudio publicado en JAMA Oncology analizó las tendencias raciales en el cáncer uterino corrigiendo para las tasas de histerectomía. Esto es importante, porque las mujeres negras tienen una mayor tasa de histerectomías, dijo Megan Clarke, la autora principal (las mujeres que se han sometido a una histerectomía no tienen útero, por lo que no pueden desarrollar cáncer de endometrio; incluirlas en el cálculo reduce la tasa de incidencia de manera artificial).

“Al hacer la corrección de las tasas de histerectomía, tenemos más certeza de que el aumento es real”, comentó Clarke, investigadora del Centro Nacional del Cáncer.

El estudio de Clarke encontró que las mujeres negras apenas estuvieron por debajo del 10 por ciento de los 208.587 casos de cáncer uterino diagnosticados en Estados Unidos entre el año 2000 y el 2017, pero representaron casi un 18 por ciento de las casi 16.797 muertes por cáncer uterino durante ese periodo.

La tasa de mortalidad del cáncer uterino en el caso de las mujeres negras es de 31,4 por cada 100.000 mujeres de 40 años o más; en comparación con 15,2 por cada 100.000 para las mujeres caucásicas del mismo grupo etario, informó Clarke (en comparación, la tasa de las mujeres estadounidenses de ascendencia asiática es de nueve por 100.000 y de las mujeres hispanas, de 12,3 por cada 100.000).

Esto convierte al cáncer uterino en un caso atípico, ya que en las dos últimas décadas se ha avanzado en la reducción de la brecha racial en las tasas de mortalidad de la mayoría de los cánceres. Otro informe del Instituto Nacional del Cáncer, publicado en JAMA Oncology en mayo, descubrió que, en general, las tasas de mortalidad por cáncer han disminuido de manera constante entre los estadounidenses de raza negra entre 1999 y 2019, aunque siguen siendo más elevadas en comparación con las de otros grupos raciales y étnicos.

No hemos acabado de entender las razones del aumento de los casos de este tipo de cáncer. La forma más común, el cáncer de endometrio, se asocia con la exposición a los estrógenos, que es mayor cuando hay obesidad, cuyas tasas han ido aumentando en Estados Unidos.

Pero la prevalencia del cáncer no endometrial también ha aumentado y este aumento no se relaciona con el exceso de peso. El estudio de Clarke descubrió que las mujeres negras son más propensas a padecer esta forma agresiva de cáncer uterino. Tienen menos probabilidades de que se les diagnostique en las primeras fases de la enfermedad y sus tasas de supervivencia son peores sin importar el momento del diagnóstico ni el subtipo de cáncer que padezcan.

“En cada etapa del diagnóstico, hay resultados diferentes”, afirmó Karen Knudsen, directora general de la Sociedad Estadounidense del Cáncer. “¿Están teniendo acceso a la misma calidad de atención oncológica?”, preguntó. Knudsen enfatizó la necesidad de que se investiguen más los factores que motivan estas tendencias.

El grupo de expertos convocado por el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos descubrió disparidades raciales y étnicas en la atención prestada a las mujeres negras e hispanas que padecían cáncer uterino. Tenían menos probabilidades que las mujeres blancas de someterse a una histerectomía, menos probabilidades de que se les hiciera una biopsia de los ganglios linfáticos para ver si el cáncer se había extendido y menos probabilidades de recibir quimioterapia, incluso para un cáncer más amenazante.

Adrienne Moore, una terapeuta respiratoria que es negra y vive en la zona de Atlanta, tenía 45 años cuando descubrió que tenía cáncer de útero, pero dijo que tardó casi un año en obtener el diagnóstico. Iba de un médico a otro quejándose de una hemorragia mensual intensa y muy dolorosa que había comenzado después de varios meses sin menstruación.

Moore, que ahora tiene 51 años, no tenía seguro en ese momento, y los médicos a los que consultó desestimaron sus quejas como síntomas de perimenopausia o fibromas.

Después de que Moore contratara un seguro médico con la Ley de Cuidados de Salud Asequibles, acudió a un ginecólogo que le realizó otra exploración. El escáner mostró un engrosamiento de la pared uterina, que puede ser indicativo de cáncer, y el médico ordenó inmediatamente una biopsia.

Tres días después, el médico la llamó a la consulta. “Entonces supe lo que era. Supe que era cáncer”, dijo Moore.

Moore dijo que hoy está viva porque fue persistente. “Si tu cuerpo te dice algo, tienes que escucharlo, y luego tienes que conseguir que otras personas te escuchen”, dijo.

Kemi Doll, oncóloga ginecológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, en Seattle, lleva años investigando por qué tantas mujeres negras mueren de cáncer de endometrio.

Ha descubierto que las ecografías que miden el grosor de la pared uterina son menos precisas cuando las pacientes padecen el tipo de cáncer uterino no endometrial, que es más letal y más frecuente entre las mujeres negras.

También son menos eficaces cuando las mujeres tienen fibromas uterinos, que oscurecen la visión del escáner. Esto podría explicar por qué las mujeres negras, muchas de las cuales padecen miomas uterinos, suelen ser diagnosticadas en una fase más tardía del proceso de la enfermedad, señaló Doll.

Si no se descubre el engrosamiento, los médicos en general no proceden a realizar una biopsia para detectar el cáncer.

Las mujeres premenopáusicas que tienen ciclos menstruales erráticos pueden no darse cuenta de que necesitan comprobar si tienen cáncer uterino porque piensan que las irregularidades son normales, dijo Doll. Y es posible que las mujeres en la perimenopausia que esperan sangrados anormales tampoco reconozcan cuando algo anda mal, dijo.

“Tenemos que replantearnos nuestros lineamientos”, indicó Doll. Las mujeres que tienen ciclos anormales y sangrados inusuales a lo largo de su vida corren el mayor riesgo: “Es la anormalidad del ciclo lo que aumenta el riesgo de cáncer de endometrio, debido a la desregulación de las hormonas”.

Sin embargo, según esta especialista, el mayor problema es la escasa sensibilización de la población. Las mujeres saben que deben hacerse mamografías y citologías para detectar el cáncer de mama y de cuello uterino.

“Si alguien se encontrara un bulto en el pecho, ¿pospondría atenderlo? Todo el mundo le diría: ‘No, no, no, ve a atenderte en este instante’“, afirma Doll. El cáncer uterino es cuatro veces más frecuente que el cervical, añadió, “y no hemos tenido ningún diálogo nacional al respecto”.

Cuando una mujer recibe un diagnóstico de cáncer uterino, la mayoría dice que nunca ha oído hablar de él, añadió Doll.

El tratamiento suele requerir una histerectomía completa, con la extirpación quirúrgica del útero, los ovarios, las trompas de Falopio y el cuello uterino. También puede ser necesaria la radioterapia y las terapias con medicamentos, dependiendo del estadio de la enfermedad.

La histerectomía puede alterar la vida de las mujeres jóvenes, ya que las lleva a la menopausia quirúrgica y es posible que necesiten un tratamiento hormonal para controlar los efectos secundarios, además de alterar los planes de las que esperan tener hijos.

Sin embargo, si se detecta a tiempo, el cáncer de útero se considera altamente curable. Angelyn Jackson, una profesora de primaria de 55 años de las afueras de Atlanta, decidió el verano pasado reanudar las revisiones anuales interrumpidas por la pandemia. Cuando informó de una ligera hemorragia, su ginecólogo la examinó inmediatamente para ver si tenía cáncer de útero.

Jackson recibió el diagnóstico el 8 de julio y 20 días después se sometió a una histerectomía que detectó la enfermedad en una fase temprana, dijo. Todavía está en atenta observación.

Han pasado tres años desde que Collins se sometió a la histerectomía y la terapia de radiación. Ahora insiste a sus amigas y conocidas que hablen de inmediato con sus médicos si tienen un sangrado inusual u otros síntomas como dolor, hinchazón o pérdida repentina de peso.

“Les digo: ‘No esperen, no esperen. Si no se sienten bien, si creen que algo no debería estar sucediendo, vean qué pasa’“, dijo Collins. “Debería haberme informado antes”.


source: nytimes.com